Marchando una ración una ración de rosa…

Yo me voy a querer subir en un taxi rosa. No lo puedo evitar, es una pequeña ilusión que tengo. Quiero que me lleven a dar una vuelta, en esa dulce idea que ha tenido la radioemisora Servitaxi, por la ciudad de Barcelona. Me apetece, ¿qué le puedo hacer? Me imagino charlando afectuosamente con una mujer conductora mientras le explico mis miedos, mis ilusiones o mis historias de cuando vuelvo de fiesta y hablo de los ligues de mis amigas. No sé, lo imagino y me parece un plan redondo. Interesante. Lo curioso del caso es que no utilizo prácticamente nunca el taxi, pero estoy dispuesto a hacerlo, a romper esa norma autoimpuesta de no dejarme los ahorros del mes en viajes en negro y amarillo, para pasarme a un bonito paseo en rosa.

Sólo tengo un handicap. Nada importante, tan solo un problemilla de género que se explica en mi DNI. Porque, aunque este blog se titule –en femenino– el “Enigma de Adriana” no podré subirme en uno de esos taxis, ya que –oh, desgracia la mía– por ahí me dicen que soy un hombre y, cómo hombre –maldita mi mala suerte–, quedo automáticamente excluido del público reservado. “Sólo clientela femenina”. Pues vaya.

Creo que voy a empezar a sentirme excluido. Lo he decidido. A partir de hoy me sentiré acomplejado por mi género, por mi opción sexual e –incluso– por haber optado por una profesión tan convencional cómo la que ostento en una entidad financiera. Porque sí. Porque todo eso no mola nada. No. Ser hombre quiere decir no poderse subir en taxis fashion, ni tampoco poder hablar con una mujer sensible sobre si tal crema o tal cual da mejor para la piel mientras te lleva de paseo por Barcelona, porque ser hombre implica no poder disfrutar de gimnasios exclusivos, o de meses de baja post-paternidad (vaya), y además, ser hombre y hetero es cómo que no, hoy en día ya no, y si además no eres artista o bohemio mejor apaga y renace encarnado en florecilla del campo: ¿Para qué ser lo de siempre si se puede ser diferente? ^^

Afortunadamente en el mundo las cosas han cambiado. Todas las opciones, las diversidades, están cada día más toleradas y la convivencia va ganando camino a la segregación (aunque últimamente, ciertos auges de la ultraderecha europea deberían preocuparnos), pero lo que no entiendo es por qué los hombres nos tenemos que quedar regazados, ¿acaso estamos pagando algún tipo de penitencia absurda? Que existieron los clubes exclusivos para hombres -no los que piensan algunos ^^ me refiero a los de la clase alta británica- es cierto, todo el mundo lo sabe, que el golf nació como deporte vetado a las “ladies” también, pero eso forma parte de una historia superada, de nuestra propia evolución como humanos. Hoy en día debería existir esa igualdad por la que durante décadas, siglos, se ha luchado, una lucha que dignifica a hombres y mujeres, a heteros y gays, a los de aquí y a los de allí por igual . Y, sin embargo, ahora resultará ser que por más que lo quiera, no podré gozar de la seguridad de ese taxi. ¿No? Veremos.

Hay otros ejemplos. Por supuesto, para bien y para mal. Ejemplos en que son las mujeres las que –todavía– sufren la diferenciación, u otros colectivos, por razón de color, sexualidad, credo… sin duda, es un tema del que no se puede frivolizar, no me malentendáis, nada está más lejos de mi voluntad. Es tan sólo que me parece ridícula la iniciativa del Taxi Rosa –aquí, en Londres (con las Pink Ladies), en México o dónde sea, es igual–, discriminatoria, y sexista. Muy sexista. Casi de mal gusto…

Mi alter ego, Adriana, lanza una pregunta al viento: ¿Qué pasaría si los taxis los hacemos sólo para hombres y que no puedan entrar las mujeres, para que ellos puedan hablar de futbol, de su ligue de la otra noche, de las fotos robadas de una famosa cualquiera…? ¿Qué pasaría si en vez de taxis para mujeres hacemos taxis para católicos y prohibimos entrar a los musulmanes porque así podremos colgar cruces en las ventanillas? ¿Qué pasaría si el taxi Rosa se convierte en taxi Blanco y no aceptamos a nadie que no sea de ese mismo color?… vale, son tres preguntas, pero es que cuando Adriana y yo nos ponemos serios, nos ponemos serios, porque aunque haya problemas reales mucho más relevantes en el mundo, a veces me pregunto si no estamos haciendo bobadas demasiado grandes en nuestro entorno.

¿No creéis que es frívola e innecesaria la opción del Taxi Rosa? Estoy convencido que ninguna mujer que crea en la igualdad de condiciones entre los dos géneros lo utilizará…

Eso sí, si sale adelante, yo intentaré subirme en un Taxi Rosa –como os decía antes– por todos los medios –no descarto la peluca– , aunque solo sea para poder hablar de futbol con la taxista.

3 comentarios en “Marchando una ración una ración de rosa…

  1. Está claro que el dia «peluca» te seguiré con una cámara para inmortalizar el momento reivindicativo!!! y estoy de acuerdo que en el momento actual no tiene mucho sentido hacer este tipo de discriminaciones.

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  2. El problema no es tanto la existencia de los taxis rosa, que casi se podría entender como una especialización del servicio, si no que se haya llegado a tener la idea de esa segregación.

    Luchamos por una parte por la igualdad entre hombres-mujeres, blancos-negros. musulmanes-cristianos..etc y por la otra potenciamos la diferenciación ¿? Ahí te das cuenta de lo curioso que es este mundo donde vivimos…

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