El (des)encanto del narcisismo

No soy mejor que tú. Eso lo tengo claro. No sé quién eres. No sé de dónde vienes, no sé cómo has llegado aquí, pero sí sé que no soy mejor que tú. Y no pasa nada, porque eso me da la oportunidad de conocerte, de aprender de ti, de crecer a tu lado, de poder llegar a ser una mejor persona. Si lo aprovecho, o no, es cosa mía y demostrará hasta qué punto puedo merecer que alguien como tú confíe en mi, pero en todo caso tengo la convicción que esta actitud abre puertas sin que nadie las cierre brúscamente detrás.

No sé si tú piensas que eres mejor que cualquier de nosotros, de todos los demás, aunque tengo la sensación que si has llegado a este espacio, la respuesta es clara y va en línea con lo que te he contado hace unas pocas frases. Y lo cierto es que me alegra encontrar personas como tú, personas que al igual que yo empiezan a estar cansadas de esa hipocresía absurda y contagiosa que se ha instalado en el mundo digital, de esos tuiteros y habitantes de las redes escondidos (o no) tras máscaras que se pasan horas y horas insultando convencidos que poseen el conocimiento absoluto de todo o, peor todavía, convencidos que suya es la única verdad válida. Ya no hablo de trolls, no, hablo por ejemplo de aficionados al deporte que rozan la violencia (lo del insulto queda ya tan superado que siquiera vale la pena mencionarlo) en sus comentarios, hablo de aquellos que critican a destajo sin aportar soluciones, hablo de los que destruyen y no suman, de los que se pasan horas esperando encontrar una razón para hacer daño.

Hace unos días alguien me decía que esta realidad era fruto de la crisis, del estado de nerviosismo en el cual nos hemos instalado, del descontento generalizado que nos rodea. Y puede ser… como puede ser, tan sólo, que el narcisismo más irracional se haya convertido en lo normal, casi en lo aceptado, que todos sepan más sobre todo que los que saben mucho sobre algo, que nos hayamos olvidado de ser modestos, respetuosos, personas (simplemente)…

O puede ser, sólo, que yo esté equivocado. Que también es posible, porque me equivoco a menudo…

Por esa razón, aquí va la segunda de las cosas que me hacen feliz: encontrarme con gente que siempre está dispuesta a alegrarnos el día…

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