Que sí, que hace años que nos lo dicen, que desde pequeños nos piden que nos lo creamos, que lo bombardean en anuncios, que lo repiten en infinidad de manuales de autoayuda, que nos lo inculcan los coachers… que sí, que apartamos la mirada, que escuchamos e intentamos asumir que «el mundo es de los valientes» mientras no dejamos de preguntarnos si, realmente, nosotros lo somos. Porque, ¿lo somos?

Es verdad, el mundo es de los valientes. Y no es menos cierto que debemos aprender a serlo aunque para ello debamos tener el coraje de saltar al vacío sin red, incluso pensando que tal vez el dolor por el batacazo que nos podamos llevar sea peor que el de esa herida que nos vamos lamiendo hasta quedar confortablemente entumecidos. Mentiría si no dijera que creo que es posible conseguirlo. Estoy seguro, de hecho. Y quiero saltar… 

Porque es posible si dejamos de pensar en términos funcionariales. Si abandonamos el sesteo para dar más y mejor, si apostamos por nuestra capacidad de innovar, si ponemos en valor las mejores ideas, si escuchamos lo que nos puede aportar la gente que nos rodea y que están dispuestas a compartir su talento sin perdir mucho a cambio (¡gracias!), si dejamos de perder el tiempo y aprovechamos cada segundo, si no nos conformamos con ser y estar (tan sólo) y apostamos por disfrutar. Sí, creo que la clave es disfrutar de cada pequeño momento, disfrutar de lo que hacemos, de lo que somos, de lo que consigamos lograr.

Llevo semanas escuchando y leyendo historias de emprendedores, de esfuerzos, de sueños que en ocasiones se cumplen y, otras veces, dejan paso a nuevas esperanzas. Personas, valientes, que se han atrevido a dar un paso, que avanzan dejando huella, que han creado su propio destino y que labran un futuro diferente… Y yo me pregunto ¿por qué no?. Sólo eso, ¿por qué no?