Brotando voy

Hace unos días, paseando por Barcelona, me topé (creo que no hay forma mejor para definirlo) con publicidad estática (oh!) de Barclays anunciando su particular interpretación de esos brotes que tanta guerra han dado durante meses. Los brotes que se han pasado semanas decidiendo si querían o no florecer. En fin. En el caso del banco en cuestión, los brotes son azules (es lo que tiene el corporativismo y el debernos todos a unos colores concretos), una bonita flor azul que nos promete algo tan simple cómo que todos ganaremos. Hagamos lo que hagamos.

Los green shots nacieron –en realidad- en enero (acuñados por la ministra británica Baroness Vadera -tela con el nombre-) para llenar de esperanza nuestros corazones. Esos pobres corazones que no han dejado de sufrir por esta maldita crisis desde tiempos, casi, inmemoriales. Nacieron en enero, decía, y políticos de todos los colores se han ido apropiando de esta expresión –u otras similares, Obama hablaba de “luces de esperanza”, ah!- durante meses para prometernos que el fin está cerca. Que hay esperanza. Que el mundo puede ser un lugar mejor. En definitiva, que la especie sobrevivirá porque sabemos adaptarnos (Darwinismo en estado puro, ¡bravo!…).

Durante la campaña –por decirlo de alguna forma- de las –no demasiado- populares elecciones europeas, el partido socialista se salió (ya me permitiréis la expresión) editando un vídeo en el que un «diminuto, frágil y precoz» brote verde era el protagonista absoluto de unos segundos cargados de positivismo y esperanza. En fin, el efecto –llamémosle influencia- de la ministra Salgado, fue vital para popularizar el término en España, y no tardó en percibirse en todas partes. Es más, al verlo, al escuchar a la ministra y descubrir a los medios de comunicación persiguiendo –o no- el nacimiento de los brotes, unos cuantos nos llevamos las manos a la cabeza mientras otros observaban tristes las plantas de sus respectivos jardines. Y hasta aquí esta parte de la historia. La otra viene a continuación. Paciencia.

¿Y qué pasó? Unos me dicen que la primavera sigue llegando tarde. Maldita primavera, esa estación tan propicia a las alergias decide retrasarse este año y cargarse nuestras esperanzas de ver muchos, pero que muchos, brotes verdes. Claro que otros me aseguran que, quizás, y tan sólo quizás, quede esperanza. Porque puede que por ahí algo salga. Algo se vislumbre. Y no es azul… lo siento. No es azul, aunque tendría su punto.

Al final, al final, mientras políticos, personajes del mundo financiero y medios se discuten y se pegan tortas sobre si hay o no brotes, sobre si la bolsa sube demasiado y por lo tanto, volverá a bajar víapalo para los inversores”, sobre si los bancos conceden más o menos créditos (azules o del color que sean, no importa, siempre estamos con lo mismo), o sobre si en España vamos a ir más lentos porque no se han previsto medios concretos, no se ha reformado el mercado laboral, sólo se han tapado fugas de agua y encima porque, no nos engañemos, somos así, al final ¿qué nos queda?

¿Qué nos queda? Pues nada. Lo mismo que ayer y que mañana. Sacar adelante el día a día mientras aquellos van creando brotes, luces o fantasmas en nuestras vidas. Nos queda ver pasar gripes porcinas que empiezan por “A”, igual que hace tiempo las veíamos aviares, mientras –justo en lo peor de la crisi, oh!- un laboratorio farmacéutico se hace de oro vendiendo el único medicamento del mundo mundial que parece que funciona (ajá!) contra la “new flu”. Nos queda sentarnos a ver partidos de futbol sabiendo que sobre aquel césped o aquél otro, hay más dinero del que jamás tendrán a su disposición muchas organizaciones que –¿quién sabe?- por ejemplo podrían encontrar la vacuna para una enfermedad mortal o, sencillamente, hacer más fácil la vida de la gente… luego ¿para qué preocuparnos? Si además, yo confieso, seré el primero en ver esos partidos. Y no puedo prometer que no acabe comprando el dichoso medicamento blanco y amarillo algún día… todo podría pasar.

Que no. Que la vida va y viene y que no se detieney qué sé yo!… oh!:P). Que la especie no mejora. Que seguimos siendo los mismos, o peores, que no aprendemos de nuestros errores y volveremos a caer en ellos. Y, casi os diría, que así es más divertido, que así tiene más interés, porque al fin y al cabo, ¿no es cierto que lo que no nos mata nos hace más fuertes? Pues si no nos ha matado ahora, por qué no repetirlo en el futuro.

 

Lo sé. Lo sé… estamos todos fatal. Todos…

Y yo brotado perdido… lo siento Adriana.

 

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