Hoy me ocupa un post algo diferente, uno que me apetecía especialmente que llegara a El Enigma, de hecho sé que hacía tiempo que buscaba una excusa para escribirlo y, bien, hoy la he encontrado o, quizás, debería decir que ha llegado a mi casi sin querer, así que –of course– no me he podido resistir a la tentación…
Esta Vie en Rose se inspira en una pequeña broma que un ponente de una sesión delSummit al que he asistido estos últimos días ha intentado hacer en medio de una convención de profesionales serios y trajeados. Digo intentado por el silencio que se ha dibujado inmediatamente entre los asistentes que o no la han entendido o no la han encontrado graciosa. No ha sido mi caso. A mí se me ha escapado una ligera sonrisa –ligera y socarrona-por debajo de la nariz que ha sido un pequeño gesto de complicidad con el amigo CEO -de lo que fuera- que estaba allí, de pie, esperando una carcajada general que no se ha producido.
No viene a cuenta el qué o el quien en realidad, quizás eso lo explicaré otro día, la cuestión es que el buen hombre intentaba concienciar a sus oyentes de lo complejo del momento, del reto que se nos plantea a los comunicadores en este instante de la historia, de la crisis, de lo fácil que es caer y repetir errores del pasado (llegados a este punto debería comentar que el Summit giraba entorno a los Social Media) y, por más que unos y otros hacían que sí con la cabeza, lo cierto es que a raíz de las preguntas posteriores, de las felicitaciones que unos y otros se han repartido y de las caras de satisfacción con las que exponían sus casos de éxito, me ha quedado una extraña sensación… algo así como «esto ya lo he vivido antes«.
Y sí. Porque también hoy, precisamente hoy, por esas cosas de la fusión en la que estamos inmersos, me han pedido que rellente una curiosa ficha que resumía el ser profesional que hay en mí. Al hacerlo he descubierto por qué me ha asaltado aquella sensación.
Hace tres años me sumergí totalmente en el mundo de la RSC (Responsabilidad Social Corporativa) y, cuidado, parecía que era la disciplina, materia, herramienta -llamadla como queráis- que iba a salvar al mundo. Cierto que aún funciona, cierto que se ha integrado en el cuadro de mando de muchas empresas, pero también es cierto que no ha llegado a ser ni una cuarta parte de lo que nos explicaban entonces, de lo que nos proponíamos hacer, de lo que pretendíamos construir… ¿por qué? porque la economía siempre se defiende de la misma forma en situaciones de crisis: «volvamos a lo tradicional, a lo que conocemos, a lo que hacemos bien, los inventos para los jóvenes…» Guste o no, es así en muchas -la mayoría- de las empresas, especialmente en las medianas y pequeñas (motor de muchas economías).
Y ¿por qué lo de la Vie en Rose? Porque con los Social Media nos puede pasar algo parecido. ¡Ojo! es tan solo una impresión personal. Ya sé que los medios sociales han llegado para quedarse -cuántas veces escuché esta frase en boca de expertos en RSC o Calidad…- y que su irrupción supone un antes y un después en la forma de relacionarnos unos con otros, sí, lo sé, pero conviene recordar que para que el cambio sea real en las empresas, el paso se debe dar también hacia arriba, se debe generar una sensación real de cambio, de evolución, una apuesta por las oportuniades que se generan, porque de lo contrario, si no se establece en el mundo profesional, si se queda tan sólo en el ámbito de lo personal, habremos perdido una nueva oportunidad de hacer algo diferente, de romper moldes, de trascender la historia.
Porque no, la vida no es de color rosa, no somos los mejores, ni los más bonitos, ni vamos a gobernar el mundo de mañana desde las redes sociales… pero sí tenemos la oportunidad de crear nuevas culturas, nuevas formas de hablar y escuchar, nuevas oportunidades de trabajo… se trata de no dejarlas escapar encerrándonos en nuestros propios mundos, muriendo de éxito, lenta pero irremediablemente. Se trata de no repetir errores que no nos quedan tan lejos…
Cómo dijo ayer Pol Navarro, director de canales e innovación del Banco Sabadell, en el Cava&Twitts, no se pueden poner límites al campo… pero lo que tampoco se puede hacer es creer que, como decimos los catalanes, «som els amos del troç» (los dueños del terreno).
¿Dije que iba a ser un post diferente? lo siento, Adriana, estas cosas me suelen pasar…