«No vine aquí para hacer amigos, pero sabes que siempre puedes contar conmigo».
Un ERE, un Expediente de Regulación de Empleo, un ERE, sí, y una carta por firmar que me observaba amenazadora desde la mesa de mi escritorio. Era un miércoles frío, 17 de noviembre del 2012, y allí estaba ella desafiándome a través del espacio y del tiempo, provocándome, retándome, proponiéndome dos tipos de vida, una confortable, adormecida y sencilla, que representaba sólo un paso más en un camino que ya conocía; y luego estaba la otra, la del salto al vacío, sin protección, sin red, sin nada más que lo que yo había sido y lo que podía llegar a ser. Un ERE y una decisión.
Resulta muy curioso volver la mirada atrás, ahora. Curioso, pero es también un ejercicio absolutamente necesario para comprender quién soy en este momento. Porque sí, porque tomé una decisión y firmé aquella carta aceptando el destino del ERE como el mío propio, desoyendo a los agoreros, desoyendo a los que me prometían que, de seguir en el mismo camino, todo iba a ser fantástico. Y lo hubiera sido, no lo dudo. Y me hubiera quedado al lado de personas que eran (y son) fantásticas. Y hubiera aprendido, lo sé. Pero no era mi camino, había llegado a la meta hacía demasiado tiempo. Por eso firmé. Por eso me convertí en un acróbata dispuesto a jugar contra mi propio equilibrio para descubrir dónde me podían llevar mis pasos.
Cuando se cierra una puerta…
Sí, aprendes de cada decisión. Las tomas y no hay vuelta atrás. Te vienen a ver, te preguntan por qué lo has hecho, y sonríes y dices que era la única opción. Y al día siguiente recibes una llamada que te abre otra puerta. Y entras. Y sabes que lo vas a dar todo para dejar claro que tú tienes tu propia hoja de ruta, que nadie más te la puede (siquiera intentar) dibujar, porque es tuya, porque la vas a hacer única. La vas a hacer bien.
Y, ¿qué pasa cuando llegas a los 35 años, y te das cuenta que el Rock&Roll ha conquistado tu vida? Pues, sencillamente, que tienes más ganas de seguir bailando. Queda mucho camino por recorrer pero no vamos a dejar que nadie nos diga cómo hacerlo, vamos a imponer nuestras propias normas, ¿verdad?. Digan lo que digan, en el fondo lo único que sabemos es que cada día haremos posible que nada sea lo mismo, que nada sea igual.
En el fondo, soy un sentimental…