¿Bailas? Un homenaje a todos los que tienen la mirada inquieta

Os voy a dar dos nombres. Dos nombres que he escogido completamente al azar (si es que alguien cree en el azar). Van a ser Martín y Adrián. Ellos no se conocen. Es posible que jamás se lleguen a encontrar en ninguna sala, en ninguna reunión, es más que probable que nunca lleguen a cruzar una mirada, tal vez siquiera sepan que existen y nunca van a saber lo estrechamente unidos que han estado siempre. Tanto que sus vidas han transcurrido siempre paralelas, tanto que uno sin el otro no se podrían llegar a explicar nunca, pero eso no lo sabrán porque jamás se encontrarán.

Martín se levanta cada mañana. Siempre baja de la cama poniendo primero el pie derecho en el suelo. Es un hábito. Se ducha, se limpia los dientes, se peina, sonríe, desayuna y va a trabajar. Cumple. Cumple y lo hace bien. Come, ríe, y acaba la jornada. Llega a casa. Ama y se deja amar. Se acuesta. Siempre se acurruca detrás de su mujer. Respira profundamente, cierra los ojos y se deja llevar. El mañana le espera al otro lado de los sueños. Llegará pronto.

Adrián se levanta cada mañana. Nunca se ha preguntado con qué pie empieza el día, pero también cumple con esa misma rutina de la ducha, dientes, peine y desayuno. Sin embargo, luego se detiene un segundo, revisa su mundo, ese que cada día cambia, y se pregunta cómo podría hacerlo mejor. Se va a trabajar y a partir de ese instante se transforma. Porque no cumple. No se conforma con cumplir. Él no. Él quiere brillar, quiere destacar, quiere ser mejor. Baila con las palabras, baila con los retos, baila con las órdenes, baila con las tensiones, baila y es casi tan bueno como lo fue en su día Travolta en la pista. Destaca y ni así se conforma. Cada día lo da todo. Y come. Y ríe. Y la jornada siempre se hace corta. Y vuelve a casa. E intenta ser mejor. Ama. Se deja amar. Se acurruca. Cierra los ojos y respira profundamente. Le cuesta dormirse. Su mente nunca deja de funcionar. Se le ocurren mil ideas, se levanta para apuntarlas. Vuelve a acostarse. Espera paciente a que le llegue el sueño. Sigue pensando. Sabe que cuando amanezca habrá olvidado la mejor idea que ha tenido, pero apenas tiene fuerzas para apuntarla. Porque finalmente sí, finalmente soñará. El mañana llega antes de lo planeado.

Martín es feliz. Adrián también. Martín cree que su vida es fácil. Adrián lucha para que no lo sea. Porque Adrián no se conforma. Adrián no quiere que le digan que la vida tiene límites, que sus sueños son enormes, que no se los puede permitir. Martín apenas se lo plantea, y mientras Adrián busca con su mirada inquieta esas nuevas oportunidades para seguir creciendo, su desconocido compañero de viaje apenas será capaz de intuir todo lo vivido y lo sentido.

Hoy, esta fusión está dedicada a todos los Adrianes. A todos los que apuestan por llegar más allá. A los que no se conforman. A los que no cumplen. A los que brillan y hacen brillar a los que están a su alrededor. A los que son fantásticos. A los que nunca se rinden. A ellos, a ellas, porque convierten sus mundos, nuestros mundos, en un lugar mejor para todos los Adrianes y también para todos los Martines. Porque los que no se detienen, los que bailan y hacen bailar a los que les rodean, son los que me inspiran para continuar creyendo en los gigantes.

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