
Empiezo mi cuarta “fusión” con dos personajes, dos creaciones literarias, que la cultura popular ha convertido en mitos, en algo que ha trascendido su propia historia. La imagen que encabeza este artículo habla por sí misma, o tal vez no tanto como lo pueda parecer. Y es que hoy no divagaré con Nosferatu ni, tampoco, con gigantes (sean de hojalata o verdes, no importa). No, en esta ocasión aterrizo en #Phusions para llevarlos, de alguna forma, a lo real, al día a día, a nuestra vida.
Hace ya unos cuantos años me recomendaron que me mantuviera alejado de los “vampiros emocionales” (sí, por aquí va la cosa). Recuerdo la primera vez que me enfrenté a esa expresión, y supongo que en mi cara se dibujó un gesto de absoluto desconcierto, por lo que mi consejero (por llamarlo así) me pidió que “procurara no permitir que nadie se aprovechara de mi energía”. “Es tuya, y tú decides cómo la repartes”, me dijo, y estoy convencido que, en mi absoluta ignorancia debí pensar algo así cómo “eso nunca me sucederá”.
Pues sí, sucede. Igual que en mi anterior artículo aseguraba que existen las Musas, no me queda duda alguna, la experiencia me lo ha demostrado, que también existen los Vampiros (emocionales). Y estos, muchas veces, se visten con las mejores galas, con sus más bellas sonrisas, con los más intensos gestos, para seducir y entumecer nuestra atención hasta que caemos rendidos y, de una forma cuasi absurda, les obedecemos. Pero, ¿qué pinta el gigante en todo esto?
Los que nos hemos criado leyendo cómics, o los que sencillamente nos dedicamos a escribir historias, sabemos que todo en la vida es equilibrio. Un superhéroe necesita un villano. Un “malo” no tiene sentido sin un “bueno”. Lo más simple forma parte de algo más complejo, tan complejo que no somos capaces de observarlo y entenderlo porque, seguramente, se escapa a nuestra forma de entender el mundo. Pero si todo es equilibrio, como decía, ¿quién está al otro lado de la balanza? ¿Quién compensa el daño hecho por ese maldito Vampiro que va absorbiendo nuestra energía emocional? A las personas que cumplen con ese cometido, yo las llamo “Gigantes”.
“Gigantes” son los que aportan, los que suman, los que se entregan, los que se ofrecen sin esperar nada a cambio, los que tienen un sí cuando ven a alguien necesitado, los que sufren con las injusticias y quieren hacer algo por cambiar el mundo, los que buscan apoyo cuando lo necesitan porque, también, son humildes, los que sonríen cada mañana, los que te besan cada noche, los que saben cómo provocarte una risa, los que desdramatizan el mundo en el que vivimos, los que sufren como los demás, pero primero se preocupan por los otros. Tú, sí, tal vez tú.
Me dijo una vez una amiga que, en el fondo, todos podemos ser héroes y que únicamente depende de qué color queremos ver el mundo. ¿Lo queremos ver como esas personas que siempre tienen un gesto amable y dispuesto, o queremos sacar los colmillos e ir arrebatando lo mejor de los demás en beneficio propio para dejar un mundo gris?
Yo, que soy un poco naíf, creo en los héroes. Tal vez por eso, también quiero creer que, poco o mucho, todos podemos ser un poco “Gigantes”, cada día… ¿te sumas?
Xavi Gassó – www.phusions.com –
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