
El mundo se mueve a fuerza de oleadas, de pequeños tsunamis provocados por las corrientes económicas y demográficas que nos llevan arriba y abajo en función del estado de ánimo de los mercados. Es así, forma parte de lo que muchos llaman ciclos y nos afecta, de una forma u otra, cada día, cada segundo, en cada decisión que tomamos. Y, aunque uno tiene en ocasiones la tentación de desviar la mirada y focalizarla en algo mejor, no siempre se puede vivir de espaldas a esa realidad que nos rodea, que está aquí, que vino para quedarse.
Hace tiempo que los expertos en la “cosa económica” auguran la fecha de salida de esta situación. Hace tiempo que los expertos en la “cosa económica” no aciertan con la fecha de salida de esta situación. Y mientras algunos asumimos que, más que salir, es momento de aprender a navegar de forma habitual entre aguas turbulentas y reinventarse, aprender a buscar las oportunidades en lugar de esperar a que llamen a nuestras puertas o, sencillamente, a que esas puertas se abran, ahora que parecen selladas, otros todavía buscan brotes en tierra yerma. Y es respetable esa actitud, respetable porque me enseñaron que “la esperanza es lo último que se pierde”, sí, pero conviene mirar adelante, al futuro, y ver de qué forma se puede construir hoy lo que queremos tener mañana.
Y sé que no es fácil. Lo sé porque todos conocemos ejemplos, más o menos cercanos, de talentos que han asumido que su oportunidad está más allá de los pirineos. Son profesionales tremendamente bien preparados, con más conocimientos de los que poseen (siendo honestos) gran parte de los protagonistas actuales de la vida política; son profesionales que podrían (y solo digo “podrían”) cambiar el signo de este país si tuvieran la oportunidad de formar parte del proceso de decisión. Las migraciones son una realidad. Estados Unidos, Australia, Asia, Brasil… buscamos nuevas fronteras, nuevos retos, nuevas fórmulas para poner a prueba nuestra talento. Y al final, es una energía que ya no vamos a tener con nosotros, una energía que se dispersa, que no podremos usar para reconstruir lo que ha quedado en ruinas.
Esta semana hemos superado los 6 millones de parados en España y debemos apretarnos más el cinturón. Otros cuantos han emprendido el camino de lo desconocido buscando su forma de ganarse la vida. Y nosotros seguimos huérfanos de esos héroes que nos lleven hacia una nueva oportunidad de ser aquello que parecíamos destinados a ser. Pero, eso sí, que nadie lo dude, mientras no lleguen esos héroes, nosotros seremos los que vamos a acabar cambiando el mundo, vamos a hacerlo, porque tarde o temprano será nuestra oportunidad. Y cuando llegue, cuando nos den la alternativa, no tengo duda alguna que estaremos preparados para afrontar lo que nos depare el destino.
Porque, afrontar el destino es nuestra especialidad, ¿verdad Adriana?