Una vida de “movierecord”

Crédito imágen: articulossaberyocio.blogspot.com.es/

Hacer cola bajo la lluvia. Llegar a la taquilla. Elegir sesión continua aunque, al final, nos gustará más la primera película que la segunda. La amabilidad de quién nos atiende. Entrar. El olor a palomitas. Los carteles de las historias que se proyectaron, las promesas de las que se podrán ver en el futuro. Buscar un buen asiento, el mejor posible. Salir de dos en dos. Comprar ese pop-corn que antes nos había hipnotizado con su aroma. Volver a la butaca. Se apagan las luces. La gente aplaude. Se hace el silencio. Un par de rezagados buscan sitio guiados por la linterna, cegadora, del acomodador. Y entonces todo empieza, todo arranca, todo se hace real y la magia ocupa aquel basto espacio que, en silencio, aguarda el inicio del espectáculo. Suena Movierecord. 

Pequeños recuerdos que se van difuminando en la distancia que ha dibujado el tiempo pasado. Lo masivo ha invadido el terreno de los detalles, la magia se ha corporativizado, las miradas han perdido entusiasmo; entusiasmo y, también, complicidad mientras, al otro lado de la pantalla y con más o menos arte, los unos siguen interpretando mientras los otros se esfuerzan en convertir nuestras horas en un sueño. Hoy será diferente, sí, pero sigue siendo algo por lo que merece la pena escribir, por lo que merece la pena crear.

Todo avanza, es normal, es lo lógico. La evolución sigue un proceso inexorable en el cual cada uno de nosotros tiene un papel, un rol, un camino a seguir. Y negarlo sería absurdo. Pero, ¿no es también absurdo rechazar el valor de esas pequeñas cosas que nos hicieron crecer? ¿No es también absurdo esconder que, en ocasiones, el niño que llevamos dentro añora aquellos segundos conteniendo la respiración, esperando escuchar la melodía que le avisaba que estaba a punto de asistir a un instante especial, único, intenso? ¿No es también absurdo dejar de sentirnos especiales solo por el hecho de asumir que ya no tenemos la edad para hacerlo?

Yo (ojo, que va una metáfora), me quiero sentar en esa sala. Quiero disfrutar del show. Quiero seguir creciendo. Quiero levantarme y aplaudir, al final de la película, hasta que me duelan las palmas de las manos. Quiero que nada ni nadie nos deje de hacer sentir especiales. Porque somos especiales.

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