Ya son más de cinco los años que he pasado en Twitter y en Facebook. Si sumamos los que pasé antes en fotolog o en otros espacios similares, las redes sociales ya llevan bastante más de un lustro en mi vida y, mirando en perspectiva, se puede afirmar sin ningún tipo de lugar a dudas que ha sido el más revelador de los que he vivido o, si más no, el más intenso. He aprendido y he descubierto cientos de cosas nuevas, mi evolución se basado en no dejar de sorprenderme, en adquirir nuevos conocimientos, en comprender que nada es inamovible y, lo más importante, mi círculo de amistades, mi círculo de contactos, el grupo de personas que aportan nuevos valores a mi día a día, no deja de crecer. Por eso sé, que este es el mundo real y ya no existe otro.
Tuve, no hace mucho, el placer de disfrutar de una charla privada con una persona que tiene mucha influencia en los terrenos digitales. Y compartió conmigo uno de esos pensamientos que, tal vez por prudencia, mantenemos silenciado a menudo, afirmando que los que vivimos aquí tenemos cierta ventaja sobre los que, por voluntad propia o por inacción, decidieron quedarse fuera de esta evolución. Sí, estoy de acuerdo, totalmente de acuerdo. De hecho, no dejo de ver movimientos de venida hacia este lado de la línea, profesionales, compañeros, personas que se han acabado dando cuenta que esto no es una moda, que lo de las redes sociales no fue un simple boom y que, aunque es perfectamente posible construir una vida aparte de estos terrenos, hacerlo implica renunciar a un universo infinito de oportunidades, profesionales, personales, lúdicas, formativas, sociales, digitales…
Antes el salto a las redes producía miedo en las empresas. Hoy produce miedo no formar parte de las conversaciones con el nivel de calidad necesario, y especialmente no hacerlo con una buena y definida estrategia, con la solvencia requerida, con responsabilidad y, sobre todo, con un plan que refuerce aquello que quiere transmitir la marca: valores, cada día son más importantes los valores. Pero eso no solo sucede en las organizaciones (más o menos grandes), también a nivel personal. En mi caso, ¿qué puedo decir que no haya expresado en cientos de ocasiones antes? Yo no sería quién soy, en ningún sentido, sin este mundo digital. Mi profesión, mi visión, y gran parte de mis relaciones sociales actuales se han forjado en estos entornos. Incluso Adriana ha trascendido lo literario para adoptar una forma “real” de la mano de los amigos de Coca Cola (de ahí la imagen que ilustra este artículo: de nuevo gracias por el detalle). Aunque pueda parecerlo, no es poco, es mucho. Y solo es el principio.
Así que hoy, cuando ya han pasado algo más de cinco años de aquel primer tweet, con muchas y (en algunos casos) muy arriesgadas decisiones tomadas, con infinidad de estrategias implementadas, con intensas experiencias por escribir y con más descubrimientos de los que jamás pude llegar a imaginar a mis espaldas, Adriana y yo nos postramos ante las redes y les (os) damos las gracias por todo lo vivido pero, sobretodo, por todo lo que vamos a vivir.
¡Vienen años interesantes, Adriana!