El Enigma de Adriana se viste, hoy, de carreras, huele más que nunca a gasolina y se mueve movido por un turbo que silba con fuerza, con mucha fuerza. Porque Adriana y yo le dedicamos nuestra mirada a otro Gassó, a Pius Gassó, y muy especialmente a cómo ha sido capaz de construir una identidad digital auténtica, real, honesta y transparente, una identidad que es, sencillamente, la misma que desborda empatía y magnetismo en el offline.
Y es que cuando Pius descubrió las redes sociales y decidió que quería formar parte de este mundo, jamás se planteó qué demonios era una marca personal, ni cuál era su target, o qué amplificación y engagement esperaba. No, él tan sólo intuyó en los canales digitales una oportunidad inmejorable de compartir su pasión, de explicar lo que ve, de poner en valor su vasto conocimiento relacionado con todo lo que lleva ruedas y se alimenta de carburante. Lo hizo con naturalidad: analizando, diseñando, fotografiando, explicando, siendo tan cercano en el stream como lo es al otro lado de la pantalla y, sobretodo, sin esperar de la comunidad nada a cambio tan sólo formar parte de la conversación y compartir lo descubierto.
Y hoy él es una persona que trasciende las redes, respetado entre muchos de los aficionados al motor en el mundo digital, y que ha recibido muchas más muestras de cariño y de respeto de las que podría haber conseguido si su «yo» digital hubiera sido, tan sólo, una máscara, una falsa apariencia, una mentira. Porque, de nuevo, esa autenticidad que cada uno de nosotros tiene y que nos define, es la que tarde o temprano nos va a hacer especiales.
Y eso, Adriana y yo lo sabemos, de ninguna forma se puede falsear. Digan lo que digan…