«La vida no debería ser un viaje hacia la tumba con intención de llegar a salvo, sino más bien llegar derrapando de lado, entre una nube de humo, completamente desgastado, y proclamar en voz alta: ¡Uf! ¡Vaya viajecito!»
Hunter S. Thompson
Hunter S. Thompson, que -por si no lo sabes- fue el creador del periodismo Gonzo, ese estilo de reporterismo en el que el periodista se involucra física y emocionalmente en su historia, es el autor de la frase con la que he decidido empezar esta fusión. Si me has leído antes, ya sea aquí o en El Enigma, no te costará deducir por dónde va a ir mi reflexión, no en vano soy una persona bastante más predecible de lo que me gustaría reconocer, pero me voy a permitir el lujo de recrearme en mis pensamientos. Allá voy.
Cuando descubrí esta cita de Thompson en mi timeline de Twitter no tardé en asumirla como algo muy propio teniendo en cuenta que provengo de una familia que se pasa la vida derrapando, literalmente. Derrapamos sobre asfalto o sobre tierra (batida o no). Derrapamos para buscar los límites, para ir más rápido, para ganar más puntos, derrapamos para aprender, derrapamos para encontrar una forma de solucionar cada fallo. Derrapamos porque nos enseñaron que era la única forma de plantar cara a los retos que teníamos que afrontar, fueran tras un volante o golpeando una pelota amarilla. Sí, conocemos la sensación de estar envueltos en una nube de humo, pero sobretodo conocemos la sensación de no rendirnos hasta que ésta queda atrás. Tal vez sea sólo una locura, pero somos así.
Y, como aquí puedo decir lo que me plazca, aprovecho para reivindicar esa locura. Philippe Petit, conocido entre otras cosas por cruzar sobre un cable de acero, el 7 de agosto de 1974, ocho veces los 42 metros que separaban las torres gemelas del World Trade Center, se postulaba precisamente en esa línea, asegurando que “estar loco para mí es una cualidad. Es una locura noble, la locura del poeta. Qué sería de nosotros sin locuras, sin maravillas, sin poesía«. Que a muchos les faltan ganas de derrapar es evidente. Lo confortable suele ser más fácilmente gestionable, ¿para qué derrapar cuando las cosas se pueden conseguir paso a paso?
Y conste que lo entiendo, pero es aburrido. Ni va conmigo ni quiero eso en mi vida. Yo apuesto por arriesgar, generar espectáculo e involucrar a los demás en el juego, yo apuesto por mantener vivo ese punto de locura que te lleva a ir –en ocasiones- más allá de los límites de una trazada, o de la línea que marca la diferencia entre estar dentro o fuera. Sí, yo apuesto por no amarrar un resultado, prefiero darlo todo en la pista y salir de ella con la sensación de haber sido fiel a mis principios.
Y, sí, las metáforas existen, en tu mundo y en el mío.