No quiero escribir un final para esta historia…

 Apenas sé por dónde empezar.

Podría ser en una playa de la Costa Brava, o tal vez en los afilados paisajes de Galicia. Podría ser a tu lado, en el asiento del copiloto, en tu coche, escudriñando los detalles de una conversación que, seguro, empezaría con un «¿cómo ves nuestro querido Barça, Xavi?«. Podría ser – ¿por qué no? – en aquella butaca que siempre estaba junto a la tuya, hablando de economía, de política, de la vida o del futuro. Apenas sé por dónde empezar porque, en realidad, no quiero acabar.

Toda historia, mi querido avi, tiene un principio y un final – la de veces que lo hemos comentado, ¿verdad?… -. Pero me vas a permitir que esta vez haga una excepción. No voy a escribir final alguno porque nada acaba hoy. Porque esas conversaciones, esas tardes compartiendo tu conocimiento, tu forma tan particular de ver el mundo o aquellos consejos que me llevaron a ser la persona que soy, siguen aquí, como continuará acompañándome la mirada crítica, reflexiva,  orgullosa y apasionada con la que analizábamos – juntos – el mundo. Todo eso, como tantas otras cosas, nunca desaparecerá.

Porque tú eres nosotros. 
Y nosotros somos tú. 

Para siempre.

Te echaré tanto de menos, avi

Adriana, Pep, los dos le habéis conocido, y en los dos vive y vivirá su recuerdo. Yo os lo contaré todo sobre él.

PD: Aquest any, avi, també! 😉

Te dejo con ese Mediterráneo que siempre sonaba en la radio de tu coche cuando viajábamos contigo, curva tras curva, desde nuestra Cala hasta cualquier otro rincón del mundo. Hasta siempre…

Deja un comentario